Resulta que una pasa por etapas de gustos
musicales, yo escuché N’ sync y todos esos grupos o solistas que fueron el
soundtrack de las infancias caraqueñas, Fey, Shakira, Kabah, entre alguna que
otra intensidad heredada como Mecano por ejemplo.
Más adelante, esos tiempos quedan atrás, se
crece un poco (sólo un poco) y comienza la disyuntiva entre el Rock y el Punk,
irreconciliables siempre o es una cosa o es otra. En fin, yo me decidí por ser punketa, me sentía demasiado
seria usando botas militares, camisetas blanca y cabello de colores, acompañado
evidentemente de pensamientos anárquicos, gritando “Maldito sistema” frente a
los centros comerciales y molestándome cada vez que veía a un policía. Para
esos momentos ya escuchaba La polla records, Reciclaje, o Fermín Muguruza,
pasando evidentemente por desorden público, que fue mi transición hacia el ska.
Entonces hubo una pausa, en donde escuchaba
de todo y nada, comenzó la etapa en donde me atraía la música alternativa, comencé
a entender un poco el inglés y a escuchar cosas como Cocorosie, Regina Spektor o Lamb, aun los escucho,
me encantan, pero de repente las cosas empezaron a camiar para mi.
Nunca fui rumbera pero siempre me ha
encantado bailar salsa, mi madre es músico y desde pequeña escuché música
venezolana, desde Cecilia Todd hasta Ensamble gurrufío, mi gusto por esto fue
creciendo a medida que fui identificándome y se fue extendiendo a otros ritmos
típicos de algunos países de Latinoamérica.
Pronto comencé a estudiar textos que hablaban
del modernismo brasilero, de la antropofagia y una fascinación por lo
latinoamericano comenzó a acentuarse en mí. La música folklórica de otros
países resulta interesante cuando “se le da una vuelta”, pero directamente
desde lo tradicional, tal cual. Más allá del neofloklore que hay aquí, se están
haciendo cosas interesantes.
Conocí la cumbia, la tradicional y la que
algunos grupos maravillosos como Bomba Stereo o Monsieur Periné han enaltecido,
comencé a bailarla y sentirla, a seguir cuanto grupo con propuestas se
interesara en esto. Es un orgullo, es como cuando lees a Julio Cortázar o a
Oscar Marcano, da orgullo ser latino, es un sentimiento que va más allá de las
fronteras de los países, es una fuerza, de pertenecer a algo grande.
Gente extranjera mezcla cumbia, mezcla salsa,
no son latinos, simplemente tenemos en nuestras tierras a la música del futuro.
El mundo está cambiando y a través de la música se están trasgrediendo los
límites de lo racionalmente posible.
Hablo de mi amor por la cumbia, por el cuatro
y los chicos de C4trío, de la “Tonada de luna llena” de Simón Díaz en la
película de Pina Bausch, de Latinoamérica retumbando en los oídos de otros
continentes.
Aquí les dejo un link de una pequeña muestra
de lo que hablo. Sean las circunstancias que sean, es la Universidad de Tokio y
es el Alma Llanera.
Punto.
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