martes, 30 de octubre de 2012

Quiero unos zapatos de tacón alto


Siempre he sentido una admiración por las mujeres que usan tacones. Sobre todo las que van por la calle tranquilitas con un par de tacones de aguja, sin caerse, sin esperar que nadie las venga a buscar. Caminan como si estuvieran por una pasarela -un poco más apuradas- no les importa que las aceras estén desiguales, que el pavimento tenga huecos o las alcantarillas puedan atentar contra su integridad física. Están entrenadas, admirablemente no se tropiezan ni una vez de su casa a la oficina. Llueve y no importa, caminan dignamente hasta el metro con su paraguas y sus tacones altísimos. Mido 1,54 y desde que tengo edad para usar tacones esa ha sido la gran recomendación de las personas que me rodean, vengo de una familia de mujeres, en donde el ejemplo a seguir (mi abuela) ha usado tantos tacones que a su edad (76) usar zapatos bajitos le hace doler los pies, si, es muy loco, hasta las cholas que usa para estar en la casa deben tener aunque sea un poquito de tacón. Siempre me había resistido, no me acompleja ser pequeña y nunca he sido muy amiga del dolor, sin contar con que tengo un problema de caderas que me hace meter los pies como un bebé que está aprendiendo a caminar, imagínense en tacones. En mi vida he tenido más o menos 5 pares de tacones, usados para ocasiones muy especiales (que no son muchas) por lo tanto mis mejores amigos son los zapatos de goma y alguna que otra zapatillita hippie que para algunos (como mi mamá) me hacen ver como una mamarracha de primera categoría. Hoy sin embargo, mi vida ha cambiado (así dramáticamente), a pesar de que trabajo en un lugar en el que no necesito usar tacones, ni vestir bien, últimamente me he esmerado por entaconarme y verme “arregladita”, evidentemente las personas que conocen el antes y el después me preguntan “¿pa’ dónde vas tú? ¿tienes una cita/ entrevista?” o incluso el ofensivo “hay que linda, no pareces tú”, es así de triste, pero no importa pasan los días y se van acostumbrando; el dolor desaparece, ya camino menos chueca y hasta puedo terminar el día sin haberme puesto las cholas que siempre llevo en la cartera, por si acaso. Entrar en el típico parámetro de belleza femenina (o por lo menos intentarlo) me ha hecho reflexionar: los tacones tienen poderes mágicos, te hacen ver más estilizada, la gente te ve diferente y por alguna extraña razón (depende de los tacones) te ves más sexy, incluso te pueden hacer conseguir cosas, es una realidad, aunque duela. Hace poco me encontré con un fragmento de un cuento muy bueno, que me hizo reír mucho, es crudo y cruel, pero de cierta forma podría tener un poco de verdad: Esta es una escena de la Cenicienta (versión políticamente correcta) en donde al fin llega “el padrino” que la ayudaría a ir al baile, esto fue lo que le dijo "-Hola, Cenicienta, soy el responsable de tu padrinazgo en el reino de las hadas o, si lo prefieres, tu representante sobrenatural privado. ¿Así que deseas asistir al baile, no es cierto? ¿Y ceñirte, con ello, al concepto masculino de la belleza? ¿Apretujarte en un estrecho vestido que no hará sino cortarte la circulación? ¿Embutir los pies en unos zapatos de tacón alto que echarán a perder tu estructura ósea? ¿Pintarte el rostro con cosméticos y productos químicos de efectos previamente ensayados en animales no humanos? -Oh, sí, ya lo creo -repuso ella al instante.
 Su representante sobrenatural dejó escapar un profundo suspiro y decidió aplazar la educación política de la joven para otro día. Recurriendo a su magia, la envolvió de una hermosa y brillante luz y la transportó hasta el palacio" Luego de reírme varios minutos, llegué a la conclusión de que usar tacones sigue siendo una elección y no una regla. Los uso para rumbear a veces, porque es demasiado rico bailar salsa en zapatos de goma, en mi día a día, sólo me los pongo si estoy de humor y voy en carro, nada de metro nada de andar a pie con ellos. Si, son mágicos, pero hoy, por ejemplo, llevo mis zapatillas hippies que me hacen ver mamarracha, no me siento mejor ni peor por ello, sólo son tacones. Estoy logrando un equilibrio, cuando voy a comprar busco los zapatos que tengan el tacón más grueso, que sean bajos o de plataforma, para que no duela. Poco a poco he descubierto a esa Naghieli entaconada, puede que use tacones, pero siempre tendré ese toque mío, que me hace sentirme yo misma y no la Cenicienta queriendo ir al baile.

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