miércoles, 2 de abril de 2014

El primer paso es reconocerlo


Siempre he sido muy intensa con mis actividades, desde pequeñita me preocupaba excesivamente por las tareas, nada me calmaba hasta que sentía que tenía todo bajo control, nunca dejé que mi mamá me ayudara porque "ella no sabía cómo se hacía", era una niña neurótica y creo que hasta ahora me cuesta controlarme.

En el bachillerato mi afán por las buenas notas era tan absurdo que lloraba por haber sacado 18/20 puntos y peleaba por milésimas con mis profesores, debatiendo sobre las respuestas de los exámenes. Allí empezaron mis problemas gástricos por "estrés" a los catorce años, así de loquita estaba (estoy).
En la universidad decidí que bailaría, haría circo y además intentaría sacar buenas notas, me costó adaptarme, pero me dediqué. El día de la graduación me di la vuelta y sentí que esa vida estudiantil de la que todos hablaban no la había vivido, siempre obsesionada por otras cosas, tanto, que me olvidé de las fiestas, de las escapadas, de ser universitaria. La verdad es que nunca he sido de ese estilo, mis amigos y familia me conocen como una viejita prematura, no me gustan las multitudes ni los sitios demasiado ruidosos, siempre en casa, todo en su justa medida, nada de excesos.
Ahora, ya casi pisando los veinticinco me doy cuenta de que mi abuela tiene razón cuando dice que "la vida es un suspiro" y en esta etapa de mi vida en la que he conocido tanta gente y lugares nuevos, estudiando aún, me doy cuenta de que no vale la pena mortificarme tanto por los números de mi expediente o por competir  -siempre conmigo misma-, puedo llorar por un examen aún, no lo niego, pero cuando estoy con mis amigos tomando una cerveza, no me cabe duda de que la vida es eso: lo que sucede cuando salimos de clase y compartimos, no es una nota o una obsesión por sobresalir.
Y es que no se trata de dejar de exigirse o perder ese empuje que nos ha traído hasta aquí -no sé que hubiera sido de mí sin esa actitud obsesiva de siempre-, se trata de desmitificar ese éxito o meta final y comenzar a valorar los pequeños triunfos cotidianos, esa risa con los amigos, ese respirar profundo, porque si, la vida es lo que sucede cuando no estamos mirando.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Entonces ahora si irías a greenwich? jajajaj

nag dijo...

jajaja NO! no es para tanto!

Video of the Day