viernes, 11 de noviembre de 2016

Con un país atravesado en la garganta



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En Venezuela las voces de la identidad latinoamericana son las de Cecilia Todd, Lilia Vera o Mercedes Sosa y no sé por qué, pero es un estilo de música, con cuatro, charango o ritmos tradicionales, que da esa sensación de hogar y, sobre todas las cosas, te hace sentir que perteneces a algún lugar.

Ante los recientes acontecimientos mundiales, llámese la victoria de Trump, el Brexit y el “no” en Colombia, es inevitable el cuestionamiento de nuestra identidad, de las necesidades del “pueblo” y en general de la concepción del mundo. Más que nunca hay que mirarse al espejo y descifrar de qué estás hecho. No voy a entrar en valoraciones personales, porque sé que mucha gente tiene opiniones específicas sobre el tema, pero siento que en este mundo globalizado y despersonalizado, necesitamos hallar la forma de conectarnos con lo nuestro.  La colombiana Marta Gómez lo ha logrado conmigo.

Hace unos cuatro años, escuché una versión de Tonada de Luna Llena de Simón Díaz (uno de los maestros más respetados de la música venezolana), cantada casi “a capella” por una voz única, al fondo se escuchaba un tambor. Empecé a buscar más canciones de Marta y me di cuenta que había llegado el momento, aquella música que escuchaban nuestros padres, había pasado a una generación renovada, que se sentía más nuestra, más cerca.

La semana pasada dio un concierto en el Centre Artesà Tradicionarius, un sitio maravilloso que programa, entre otras cosas, música latinoamericana. Allí tuve la fortuna de ver a C4TRÍO, uno de mis orgullos venezolanos, con los que, por cierto, ella estaba como invitada (pueden verlo haciendo click). En fin, la verdad es que luego me enteré que Marta presentaría su concierto “Para la guerra, nada” y no dudé ni un segundo en comprar la entrada, viviendo en la misma ciudad no había tenido la oportunidad de verla cantar sola.

El concierto

Empezó cantando “La vida acaba de empezar”, con tres músicos a sus espaldas, ya nos dejaba ver que la noche estaría llena de relatos, ella nos iría guiando por las etapas de su vida a través de sus canciones. Es lo que tienen los cantautores, son un libro abierto, al final del concierto nos sentimos los mejores amigos, conocemos sus vivencias, sus padecimientos y sus ilusiones.

Entre ritmos andinos, bailables y suaves, tocaron con charangos, flautas de pan y tambores. El público aplaudió y gritó con fuerza “para la guerra nada”, compartimos sus experiencias como madre primeriza y su búsqueda de canciones de cuna que no asustaran a los niños con el coco, nos contó su empeño por cantarle a su bebé canciones hermosas que lejos de ser infantiles expresaran lo hermoso que es ser niño, y entre tantas melodías, nos reconocimos en ella.

Reconocerse en el otro y gustarse no sucede a menudo, con Marta, viajamos por ritmos que sonaban familiares, por esos recuerdos que nos evocan nuestros sabores, olores y afectos, nos puso a flor de piel esa nostalgia que nos llovizna cada día desde que estamos lejos, nos hizo reencontrarnos en el exilio con eso que nunca hemos dejado, aunque nos hayamos ido. Inundó la sala de calidez con sus “lalaila” y esa alegría bailada tan latina y tan suya.

Marta Gómez es otra cantante que tomó el “testigo” de la música latinoamericana para hacerla suya, para hacerla nuestra. Es una de las voces que canta lo que nos pasa y lo hace con poesía, sonrisa y charango.
Aquí dejo una canción que escuché por primera vez en este concierto y me marcó la noche  (y la semana siguiente, aún no la supero). La escribió cuando tenía 20 años y estaba estudiando en Berklee College of Music con una beca que se ganó.  Y es imposible no identificarse con esa letra, todos los que no fuimos…tenemos “un país atravesado en la garganta”.






*Foto: http://martagomez.com/fotos-videos/

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